Cómo estructurar la mente del niño. Lo que no puede faltar

Cómo estructurar la mente del niño. Lo que no puede faltar

En este artículo, veremos algunas de las cosas que no pueden faltar para que los hijos crezcan con una mente más sana y mejor estructurada, que vayan por la vida con seguridad, y se prevengan diversos problemas y trastornos emocionales en su adolescencia y adultez.

INTRODUCCIÓN

Los hijos, cuando nacen, no vienen acompañados de un manual de instrucciones. Eso lo sabemos todos y todas. Pero aunque así fuera, ni siquiera se podría seguir al pie de la letra pues todo se vuelve complejo luego. Cada niño es diferente, cada circunstancia es diferente, y cada padre y madre es diferente. Y la educación ha de adaptarse inevitablemente a la individualidad y matices propios de cada familia y contexto.

Sin embargo, con el tiempo se ha demostrado que algunas prácticas o estilos educativos son inadecuados o incluso peligrosos para los hijos. Siempre. Y no debemos olvidarnos nunca, de que la infancia tiene un gran poder sobre la edad adulta posterior.

Dicho esto, veamos lo que no puede faltar en esas prácticas o estilos educativos adecuados de los padres. Sentiros libres de coger las ideas que consideréis.


APEGO (EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA)

El apego hace referencia a los intentos continuos que realizan los niños pequeños para mantenerse próximos a las personas que les cuidan o de las que dependen. Los padres deben cuidar mucho la disponibilidad que tienen en los momentos de necesidad o vulnerabilidad de los hijos, y más importante aún, de qué forma están presentes.

Podemos encontrarnos a padres que, cuando los hijos acuden a ellos en busca de seguridad o afecto, no satisfacen esas necesidades adecuadamente. Podemos poner como ejemplo a un padre o madre que interpreta los acercamientos emocionales de los hijos como una debilidad o algo sin importancia.

  • ¿Qué cosas deben evitarse? Pues estar disponibles a veces, y otras veces no. O atender en ocasiones con interés y empatía (cubriendo esas necesidades), y en otras ocasiones con rechazo o indiferencia.

Lo anterior puede parecer evidente, pero no sobra resaltarlo. Este inadecuado apego puede generar que el niño en un futuro sienta desconfianza del mundo, que no exprese sus sentimientos y necesidades, que sea socialmente inhibido o extremadamente complaciente (problemas sociales), que no sea capaz de establecer lazos afectivos adecuados en el futuro (pareja, amigos…), y mucho más. Muchos problemas en la personalidad del adulto, vienen de atrás, de los primeros años.

  • ¿Qué conductas deben realizarse? los padres deben ser más sensibles a las necesidades reales de los niños, y atenderlas de manera consistente. Eso aporta esa base de seguridad que el niño necesita para caminar por el mundo seguro y tranquilo, y estructura su mente. Por ejemplo, los padres deberían…
    • Darles protección en las situaciones nuevas, difíciles o peligrosas
    • Proporcionar afecto (abrazos, besos, palabras bonitas, halagos, animarles a avanzar…)
    • Estar disponibles el tiempo suficiente para atender sus necesidades

No hay que confundir el apego con la sobreprotección. Son conceptos que quiero separar en este punto. El apego es algo mucho más básico y necesario. La sobreprotección ocurre, si se me permite la expresión, cuando “nos pasamos de frenada”, confundiendo lo necesario con lo innecesario.


COMUNICACIÓN

Es muy importante, a la hora de comunicarse con los hijos, que se tenga en cuenta su edad y capacidad para comprender lo que escuchan. En mi trabajo, he visto a muchos padres darles extensas explicaciones sobre lo que han hecho mal, a niños que todavía no pueden asimilarlas ni entenderlas.

Debemos conseguir de que los niños sientan que la familia (y más adelante a los amigos) es un contexto en el que pueden expresarse, ser escuchados, regular sus pensamientos y sentimientos, adoptar nuevas perspectivas y aprender cosas, e incluso tomar nuevas decisiones.

Algunos consejos son:

  • Vigilar el lenguaje no verbal.

Ejemplos: Mirarle a los ojos cuando nos hable, acompañar la mirada con una cálida sonrisa para que sienta nuestro afecto, asentir con la cabeza para que se sienta escuchado, acariciarle la espalda cuando le veamos nervioso.

Hay que hacerse dos preguntas: ¿Cómo se siente mi hijo al explicarme esto? ¿Qué gesto o actitud mía puede calmar ese sentimiento?

  • Cuidar el volumen y el tono que utilizamos.

MUY a menudo, lo he visto demasiadas veces en terapia, los padres hablan “como riñendo”, o en un volumen alto, o con mucha energía, y agobian a los niños (sobre todo si los niños son más sensibles y tranquilos). Conviene vigilar cómo nos expresamos con ellos. Los hijos no son los que deben siempre adaptarse a los padres. Todos deben hacerlo.

  • Practicar la escucha activa.

Ejemplos: Dejar apartadas otras cosas para atenderle bien (que vea que apagamos el móvil), no interrumpirle cuando está expresando sus preocupaciones, reformular lo que ha expresado para demostrarle que lo hemos entendido y que nos responsabilizamos con su problema (“¿lo que te preocupa entonces es…?”, “¿lo que necesitas de mí es que…?”)

  • Validar sus sentimientos y acercamientos.

Aunque no los compartamos, hay que entender que cada persona y contexto es único. A veces sólo necesitan saber que nos tienen, que estamos para ellos, aunque no estemos de acuerdo en algo. Si se expresan y no obtienen la comprensión que esperaban, dejarán de hacerlo.

IMPORTANTE: Hay que agradecer y valorar cuando nuestros hijos sean sinceros con nosotros. Debemos hacerles saber que, si vienen con un problema o una mala conducta que han realizado y nos la cuentan, tendrán nuestra comprensión y ayuda. Pues si lo que reciben es una riña o castigo, dejarán de comunicar ciertas cosas malas. Y conviene saber qué cosas hacen y por qué dificultades pasan nuestros hijos, sobre todo en la adolescencia.

Me he encontrado en numerosas ocasiones a padres que me preguntan: ¿por qué mi hijo no me cuenta las cosas, cuando a ti como psicólogo te cuenta todo? Ya tienes varias razones.

  • Actuar como ejemplos observables

¿Por qué no os convertís en aquello que queréis enseñarles? Como una obra de teatro que ellos observen y copien. Os muestro algunos trucos:

Por ejemplo, los padres pueden decir “por favor” y “gracias” en cada situación que lo requiera, pedir disculpas, que el papá exprese una queja a la mamá de forma adecuada, frases específicas como “yo he llenado la mesa de cosas, entonces yo la tengo que recoger”, etc. Es una forma indirecta de enseñarles, que funciona muy bien cuando se resisten a formas más directas de cambio de conducta.


LÍMITES Y ORGANIZACIÓN

Cada vez que los padres somos claros y consistentes limitando la conducta del niño, estamos enseñándole reglas de conducta. Les estamos preparando para saber reaccionar de forma sana y sin tanto sufrimiento a un mundo futuro lleno de límites y dificultades.

  • ¿Cómo no se va a frustrar y enfadar un niño cuando su amigo no le deja un juguete, si en casa siempre se lo hemos dado cuando lo ha pedido llorando? ¿Cómo no va a tener frustración y ansiedad al fallar su primera entrevista, si nunca le hemos permitido enfrentarse solo/a a retos difíciles (sobreprotección)?

En ocasiones, muchos padres se sienten mal a la hora de poner límites, pero eso es porque no entienden lo que son. Los límites…

  • No incluyen el castigo físico, subidas del tono de voz, insultos, castigos graves, etc.
  • Incluyen firmeza en la decisión final, pero con comunicación y afecto en el proceso.
  • Incluyen una toma de decisiones del niño, al mostrarle diferentes opciones de conducta.
  • Incluyen premios y negociaciones.

En este artículo podéis coger algunos ejemplos sobre cómo poner límites para controlar las malas conductas de los niños y organizarles mejor. De una forma positiva.

Otro punto, DE LOS MÁS IMPORTANTES, es lograr que el hijo tenga una estructuración de tareas y rutinas similar cada día. Una vida estructurada, facilita una mente estructurada. Si la vida del hijo es un caos, que se mueve en función de sus intereses y caprichos cambiantes de cada día, no crecerá con comportamientos y valores adecuados, aumentarán las rabietas, etc. Pautas:

  • Pon límites y estructura lo que el niño puede y no puede hacer.
  • Intenta que la familia siga unos horarios similares.
  • Permite cierta flexibilidad, pero sin salirse demasiado de la rutina establecida.
  • Ten paciencia al principio. Lograr que se establezcan los cambios cuesta un poco. Aparecerán rabietas, pero son temporales, y sin duda este es el mejor regalo que podemos hacerles.

EXPLORAR SOLOS

Los niños, de forma natural, quieren explorar el mundo y sentirse capaces. Pero en ocasiones los padres caen en el problema de la sobreprotección, por motivos (entendibles) muy diversos: es el primer hijo y son inexpertos, es el único hijo que tienen y no quieren que le pase nada, les falleció un hijo en el pasado, creen que poniendo límites perderán su cariño y le harán sufrir…

Los padres han de animar a sus hijos a que afronten situaciones y retos nuevos. Eso les beneficiará enormemente en su personalidad y prevendrá problemas futuros como la ansiedad, depresión, problemas de autoestima, dificultades sociales, y muchos más.

  • Ahora bien: ¿Dónde poner el límite? Pues bien. En el punto medio está la virtud. Ni dejarlos solos contra el mundo sin ayuda y más aún en situaciones complicadas (estilo estricto e imprudente), ni estar facilitándoles todo a cada momento para que no se encuentren ni una sola dificultad (estilo sobreprotector).

Los niños deben saber dos cosas: que pueden hacerlo por ellos mismos, y que en caso de no poder, sus padres estarán ahí para ayudar. Hay que dejarles por tanto que experimenten y cometan errores. Al caer, se levantarán y habrán aprendido cosas muy valiosas.


VIDA SOCIAL

La vida social, se necesita siempre. A cualquier edad, sin excepción. Pero en el caso de los niños, más aún. Los adultos utilizamos la vida social para desahogarnos, distraernos de los problemas de la vida y el estrés, calmar sentimientos negativos, afianzar las relaciones, reírnos un poco, etc. Y en el caso de los niños, a todo ello hay que sumarle algo importantísimo… ¡estructurar su mente!

Los niños necesitan desarrollar su mente. Llenarla de estímulos y situaciones de todo tipo. Para aprender y tener más recursos mentales.

  • Tener contacto con otros niños y situaciones les enseña a: gestionar emociones como la ira o la frustración, negociar y comunicarse, respetar turnos, moverse dentro de un grupo, obedecer reglas y aportarlas, volverse creativos y desarrollar su inteligencia, tomar decisiones, etc.

¿Importante, verdad?

Por todo ello, no puede faltar:

  • Llevarlos a campamentos o actividades sociales que les llenen de estimulación.
  • Llevarlos al parque para que jueguen con otros niños
  • Favorecer que jueguen en persona, y no de forma online cada uno en su casa.

JUGAR JUNTOS

Hay algo que, si os queda claro en todo este artículo, me daré por satisfecho: LOS NIÑOS NECESITAN JUGAR CON SUS PADRES.

Lo pongo en mayúscula, porque en mi carrera profesional me he encontrado a padres que me han dicho: “la verdad es que no suelo jugar mucho con mi hijo/a. Debería hacerle un poco más de caso”. Y lo curioso, es que cuando les pregunto a los hijos qué cambiarían de sus padres, me dicen siempre lo mismo: “me gustaría que estén más tiempo conmigo”. No falla.

Por poquito tiempo que sea, se debe dedicar unos minutos al día a “tirarse al suelo” y jugar con los hijos. No es tanto por el juego, de hecho el juego da igual. Lo que importa es la compañía. El vínculo que se crea entre padres e hijos. Los beneficios emocionales que recibirán.

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